En el lugar de
los hechos, el juez de guardia reconoce el cadáver. No sólo lo reconoce, sino
que, por algún motivo, experimenta una inesperada sintonía, una irremediable
(con)fusión con el fallecido. Al juez de guardia le asalta una tenebrosa
sospecha, apenas el filamento de lo que podría ser ya certeza.
Todo esto sucede justo un
segundo antes de que llegue al recinto acordonado el juez de guardia
sustituto. Y dos segundos antes de que éste, mientras reconoce -cómo no- el
cadáver, empiece a disfrutar por anticipado su inminente ascenso.
J... tocayo, qué bueno. Menudo espeluzno.
ResponderEliminarMuy bueno, caro amigo.
ResponderEliminarEn España unos mueren o se suicidan por lo mismo que otros festejan con regocijo.
Un abrazo.
¡Truculentamente brillante! Pocas palabras para un relato en el que hay que detenerse y releer con calma para desvelar el misterio. ¡BRAVO!
ResponderEliminarUn abrazo.
Muy bueno!
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